Hay quien se engancha a la marihuana, o al tabaco, o a la cerveza, o a los amigos. No es que sean comparables, pero parecen aficiones placenteras, sin abusar. Sin embargo, yo me hago adicta a los trabajos que resuelvo -además de al buen vino cuando no estoy embarazada y un cigarrito de vez en cuando, por no hablar de los amigos-.
Me pasó con mi primer trabajo. Un familiar muy muy cercano se puso muy enfermo mientras yo estaba trabajando para Oliver, mi primer jefe. Le dije que me volvía a España para cuidar de ese familiar, pero se lo dije con lágrimas en los ojos, porque yo, en realidad, no me quería ir de allí ni atada por entonces. Y Oliver me contestó -no sé si egoístamente porque ahora es lo de menos- que en tiempos de tormenta no hay que hacer mudanza. Que no me veía con las ideas claras y que no tomara decisiones que podrían condicionar toda mi vida futura. Y vaya si podían. De haber vuelto yo entonces a vivir a mi ciudad natal, con un trabajo sin terminar y las ideas turbias, creo que la depresión me hubiera tocado como a una diana. Y nada de mi vida posterior, por supuesto, hubiera sido como fue. Los lugares también te determinan.
Pero lo de ahora es diferente. Es que escucho hablar a mis compañeros de oficina, a la jefa de recursos humanos, a la directora financiera, y sé que se nos avecina una muy gorda con la entrada del nuevo año. No sé si habrá huelgas o nos resignaremos como corderos degollados, pero lo que sí sé a ciencia cierta es que, mientras todo eso pase, yo estaré pariendo y amamantando a una nueva criatura que pienso traer al mundo por las mismas fechas.
Les he pedido a mis compis que no me excluyan de los cotilleos del momento, que me cuenten por mail lo que está pasando o cómo sea, que no quiero quedarme al margen de momentos que seguro serán históricos para todos nosotros. Y pienso en mis temas, en mis carpetas, en mis archivadores llenos de historia -y de polvo en algunos casos- y en dónde y quién los heredará cuando nos echen a todos de aquí, y si los tratarán bien o mal. Si me criticarán o me alabarán por el estado en que les deje la información. Información es poder, así que yo la tendré bien agarrada a mis dientes mientras pueda. Pero, mucho me temo, que lo que tendré agarrado a mi teta será más bien una hija, y con eso tendré todo lo que pueda desear. Por un tiempo. Y si Dios quiere.