Ayer me dieron noticias frescas sobre la empresa en que trabajo. Frescas o podridas, según se mire. Alguien que sabe mucho de ella me dijo que los altos mandos han decidido cerrarla definitivamente antes de que hayan pasado seis meses.
Por eso, lo que me propongo a través de estas páginas es iros contando cómo sea ese cierre. Qué vueltas de tuerca demos entre todos y, más que nada, cómo se consigue poner el candado a un gato que empezó a maullar a principios del siglo veinte con una familia que creía en su producto. Si lo gestionaron bien o mal, si lo fabricaron mejor o peor, la historia los juzgará, no seré yo.
Precisamente hace dos minutos ha venido a verme el director de recursos humanos. Si supiera lo que me traigo entre manos. Me comenta que la semana que viene tienen reunión con los sindicatos, que amenazan los trabajadores con ir a una huelga indefinida si nadie les habla claro, que no quieren más milongas. Yo considero que tenían que haberse despertado antes. Cuando nos empezaron a descuartizar y dividir en trozos.
Os acordáis del trabajo de Richard Gere en Pretty Woman? Yo no he podido olvidarlo. Compraba empresas, después las trozeaba y vendía los trozos. 'Así saco más dinero que con una empresa entera'. 'Ah', le dice Pretty, 'es como robar coches y vender las piezas, no?' Bueno, algo así hicieron con nosotros cuando nos compraron primero y después nos escindieron en varias empresas. Una para cada actividad funcional, nos dijeron. A continuación, empezaron a despedir uno tras otro a los que habían mandado a una de las empresas. Pero como ya nos habían dividido, por esos sólo se pelearon los de la empresa nueva, y no los de la antigua. No se dieron cuenta de que todos tendríamos el mismo destino y crearon la ilusión de que unos sobrevivirían y otros no, en función de su nueva ubicación y 'funcionalidad'.
Pero antes que eso hicieron otra jugada igualmente inteligente. Prejubilaron a todos los sindicalistas furiosos de la empresa con unos sueldos más que dignos. Y mandaron mensajes al viento de que todo iba a continuar como estaba. No había pues de qué preocuparse.
Pero he aquí que de esas palabras no han pasado más que unos escasos tres o cuatro meses, y ya nos amenazan por todas partes con mandarnos al carajo en grupo.
Lo de siempre. Las fábricas hay que montarlas donde puedan pagarse los sueldos. En Tailandia, o en China o en la India. O en Vietnam. O en Brasil. Pero no en la vieja Europa, donde te cosen a impuestos y te fríen a normas laborales en defensa del trabajador.
Así que de momento aquí estamos. Con las espadas a medio sacar de su funda, atascadas la mayor parte de ellas por falta de pericia. Y por miedo. Y por comodidad. Tú tranquilita, me dicen algunos. Que no vas a salvar Troya. Consigue lo que te toque y no hagas mucho ruido. Tienes familia que cuidar y no te convienen los líos. Cuántos más como yo, de coge el cheque y no metas bulla?
Como tenemos elecciones autonómicas en noviembre, a lo mejor no quieren levantar antes la liebre. Nuestro President no podría soportar otra mancha más en su expediente antes de la despedida. Todo está fríamente calculado quizá, con un plan preconcebido que no tenían ni los americanos al entrar en Irak.
Yo quise pensar que todo esto era azar y que un soplo de viento en Alaska nos salvaría de la quema. Pero me temo ya lo peor. Seguiré informando desde la trinchera, compañeros.