Estamos de ERE. Expediente de Regulación de Empleo Temporal. Lo que significa que algunos días vienes a trabajar y otros no. Los que vienes, cobras el sueldo íntegro de la empresa. Los que no vienes, cobras el 90% de tu sueldo, pero una parte del mismo lo pagan las arcas públicas.
En mi caso, yo decido qué días vengo y qué días me quedo en casa. Eso sucede porque no tengo un jefe visible. El financiero a quien yo respondía ha sido transferido a otra sociedad de la multinacional. Y el director general, que en teoría es mi jefe ahora, está por otras labores que no son controlarme a mí. Con la que tiene encima más bien soy un alivio en su vida de jefe, porque le resuelvo pequeños problemillas técnicos para los cuales necesita una respuesta 'de abogado'.
Así que hoy he venido, pero la mayoría de la plantilla está en su casa viéndolas venir o matando moscas, depende. Según entras por la puerta, el pasillo largo que normalmente bullía de gente y reuniones con puertas abiertas, está oscuro y sombrío. Cuando llegas a la antesala de mi oficina, igualmente la luz brilla por su ausencia. Solamente queda encendida la lamparilla de la directora financiera, que está al pie de no sé qué cañón, y la mía que la enciendo nada más llegar para que me caliente la vista.
Miro los mails. Nada importante. Una llamada aquí y otra allá. Me telefonea mi colega de finanzas para conspirar juntas. Ella me cuenta las pequeñas cosas de las que va teniendo noticia y yo le cuento las que sé yo. Entre las dos y sin hilar muy fino nos salen las cuentas de dos más dos: quieren cerrarnos la empresa. Llamo a la abogada externa que me asesora cuando se me complican los temas laborales, y según le cuento me dice que blanco y en botella.
Viene una secretaria de la otra empresa que hemos escindido para hacerme una consulta sobre un contrato, y me dice que no sabe qué le da más miedo, si nuestra empresa con las luces apagadas o la suya, situada al otro lado del muro, en donde los van despidiendo en ERE's de diez en diez semana sí semana no. Yo les digo a las dos, a la secre y a la directora financiera, que deberían darnos unas pastillitas anti depresión a medida que cruzamos el umbral para entrar en esta ratonera cada día. Contra el desánimo y la mala sangre. Y nos reímos las tres, qué más vamos a hacer.
Yo conmigo misma me pongo frívola, y lo que peor me sabe es que esta cronista, si no me fallan los datos que me van llegando, se va a perder el final de la película porque me va a pillar pariendo. Y oye, como que he aguantado mucho en este escenario como para perderme el día que nos chapen. Cuándo voy a tener otra oportunidad como ésta para poder contarla?
Sigo conspirando secretamente. Tengo yo un amigo ex-inspector fiscal que quizá tendría a bien conseguir un soplo de una empresa como ésta. Porque si a algo huele toda la operativa, es a ahorrarnos impuestos. Un día que pueda ya lo explicaré.